No me gustaría tener que amenazar a Johnny con la navaja. Por supuesto que no le haría ningún daño, es la única persona con la que puedo dirigirme la palabra, aunque a veces se ponga un tanto gilipollas. Por lo menos ya no me inquieta. Lo que sí que me inquieta es estar acostumbrándome a esta situación, a esta especie de nueva era en la que tenemos la mala suerte de estar haciéndonos un hueco. Ya casi no me doy cuenta de que camino por en medio del asfalto, donde antes reinaban los coches. Ya no se me hace raro que cada vez que crucemos un municipio, por grande que sea, no veamos ni una sola alma salir a nuestro encuentro. Creo que temen el ruido de nuestros pasos. Nosotros no tenemos miedo a nada. Los tres, digo. Andamos por el mundo como si fuese nuestro. A lo mejor el mundo es nuestro. A lo mejor Goohoo nos ama.
Cuando regrese Johnny voy a intentar grabar la conversación sin que se dé cuenta para ver si este cacharro funciona al cien por cien. Mientras vuelve voy a intentar conseguir algo de vino, es la única bebida alcohólica que nos puede sentar bien sin hielo. Tengo que intentar sonsacarle de una vez por todas qué coño ha pasado en el mundo por que cada vez tengo más la sensación de que me estoy olvidando de cosas. Antes de ponerme a escribir he estado repasando lo que llevo escrito y no me acordaba ni del gato ni del pinchazo. No sé si me ha pasado de verdad o me lo he inventado todo. Cada vez recuerdo menos de mi supuesta fuga también. Si es que alguien me detuvo.
Esta noche veremos qué consigo hacer con Johnny y con el vino. Espero que no tarde demasiado. No quisiera ponerme nervioso.
Jordi
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